Desde la costa de Barrow-in-Furness, un pueblo de 50.000 habitantes en el noroeste de Inglaterra, apenas se distingue, pero 20 kilómetros mar adentro las imágenes aéreas de la BBC muestran un gigantesco parque eólico: hileras y más hileras de molinos de viento que se yerguen sobre las olas. Es una de las mayores concentraciones de turbinas eólicas del mundo, puesto que al megaproyecto llamado West of Duddon Sands —108 molinos, 389 megavatios de capacidad instalada, energía para unos 300.000 hogares— lo rodean otros tres. A Barrow ya se le conoce como la puerta de entrada a la “costa de la energía” británica.
De los 108 molinos de Duddon Sands, ya hay 42 en pie. Y algunos han empezado a generar electricidad y verterla a la red. En Iberdrola, propietaria de la cotitular del parque Scottish Power, les gusta recordar que este es su proyecto más avanzado en energía eólica marina. Estará listo a finales de año. Es el más avanzado, pero no el más ambicioso. La compañía multinacional, con presencia en 40 países, planea instalar otro parque que alimentará a cinco millones de hogares frente a las costas de East Anglia, también en Reino Unido. Iberdrola se ha propuesto liderar este sector, igual que ha hecho con la eólica terrestre. Suma otros proyectos en Francia y Alemania. ¿Y España? “En España está todo parado”, contestan en cualquier empresa con interés en las energías renovables.
Las grandes compañías españolas del sector —Gamesa, Abengoa, Sener, Acciona— buscan su negocio fuera. Invertir en España en nuevos proyectos de energías limpias, salvo los experimentales, ya no es una opción. La moratoria impuesta por el Gobierno a las primas a las renovables ha creado demasiada incertidumbre, señalan. La reforma eléctrica emprendida por el Ministerio de Industria ha sacudido a todos los productores de renovables, pero especialmente a los de eólica, según un informe reciente de la Comisión Nacional de los Mercados y la Competencia (CNMC) sobre la nueva fórmula que ha propuesto el Gobierno. El grueso del ajuste es para este sector, al que se rebajarían 608 millones, el 34% de sus primas.
España se ha bajado del tren de las renovables, pero sus vecinos no lo han hecho. Un ejemplo de ello lo ha dado esta misma semana el Gobierno británico, que acaba de respaldar ocho grandes proyectos de energías limpias dentro de su plan de reforma del sector. Con el objetivo de conseguir un mercado eléctrico con menores emisiones de dióxido de carbono, ha optado por apuntalar con subsidios las renovables. Cinco de los ocho proyectos son de eólica marina, también llamada offshore(mar adentro, por contraposición a onshore, en tierra). Los parques de molinos marinos, formados por decenas o centenares de aerogeneradores montados sobre estructuras verticales ancladas en el fondo del mar, empiezan a dejar de ser un sector incipiente. Europa ya produce así más de seis gigavatios, el 0,7% del consumo eléctrico total. La Comisión Europea ya calculaba en 2008 que este tipo de energía debería multiplicarse por 30 o por 40 en 2020 para ayudar a cumplir con los objetivos medioambientales de reducción de emisiones.
La eólica offshore va creciendo en todo el mundo, aunque Europa lidera claramente su desarrollo, con el 90% de todos los parques instalados hasta ahora. También España tuvo sus proyectos, pero quedaron enterrados en los cajones de empresas y Administraciones. Y no parece que vayan a salir de allí próximamente, según diferentes voces del sector, entre ellas la de la Asociación Empresarial Eólica (AEE). Mientras tanto, las compañías españolas que un día contribuyeron al liderazgo mundial del país en renovables, especialmente en eólica, tratan de conseguir en el extranjero los contratos que no obtienen aquí.
El colapso de la inversión en nuevos proyectos de energías renovables (solar, eólica, biomasa, biocombustibles) se constata en las cifras. El gasto bajó en 2012 un 70% respecto al año anterior. Fue precisamente en enero de ese año, poco después de llegar el PP al poder, cuando se cortaron en seco las primas a nuevas instalaciones de renovables. Si en 2012 los millones de euros invertidos fueron 2.200, en 2013 ya han caído a 535, según datos de Bloomberg New Energy Finance (BNEF).
Tras los números, evidentemente, están las políticas energéticas. Y a Bruselas no le gusta la que mantiene el Gobierno español con respecto a las renovables. La Comisión Europea ha alertado en más de una ocasión de que España podría no cumplir la cuota de renovables del 20% sobre el consumo total de energía fijada para el año 2020. Ha sugerido incluso que podría haber sanciones, puesto que el objetivo, fijado en 2007, es decir, antes de la crisis y en plena expansión del sector, es vinculante. Los últimos datos de Eurostat, de 2012, muestran que en España el 14,3% de la energía consumida tenía origen renovable. Suecia, Estonia y Bulgaria son los únicos países que ya han superado su objetivo individual para 2020 (el 49%, 25% y 16%, respectivamente).
Cumplir con Europa, sin embargo, debería ser el menos importante de los motivos para ir aumentando el porcentaje de renovables en el mix energético de cualquier país. Los expertos designados por la ONU para formar parte del IPCC (Panel Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático), la mayor red científica del mundo para estudiar el calentamiento global, dejaron bien claro hace unos días qué hay que hacer para tratar de mitigar los devastadores efectos del cambio climático: prescindir de los combustibles fósiles. Más renovables, más bosques, tecnología como la captura de carbono completan la receta del IPCC, que señala lo urgente, pero también lo asumible, del cambio.
Los científicos han concluido, después de revisar toda la información disponible, que aún es posible evitar los impactos que ya se están empezando a notar en todos los continentes y los océanos y que, de no adoptar medidas, desembocarán en pocas décadas en desplazamientos de población masivos, subida del nivel del mar, inundaciones, descenso de las cosechas y extinción de especies, entre otros. El informe del Grupo III, desvelado el día 13 en Berlín, señala que las emisiones de CO2 resultante de la combustión de combustibles fósiles ha contribuido a cerca de un 78% del aumento de los gases de efecto invernadero entre 1970 y 2010. Los culpables, por tanto, están identificados: carbón, petróleo y gas.
“Es el momento de plantearse qué hoja de ruta energética queremos”, dice Julio Barea, responsable de Energía de Greenpeace. “El Gobierno español ha parado todo el desarrollo de las renovables y en su lugar impulsa la búsqueda de petróleo en aguas de Canarias y la de gas de esquisto por toda la Península. Algo que va en contra de las recomendaciones de la ONU. Su responsable de cambio climático, Christiana Figueres, dijo recientemente que tres cuartas partes de las reservas de combustibles fósiles deben quedarse bajo tierra. No podemos quemarlas, y menos aún buscar más”, añade.
La Agencia Europea del Medio Ambiente, preocupada también por cómo los Estados miembros tratan de reducir su dependencia de los combustibles fósiles, estimó en 2010 lo que podría crecer la implantación de las energías renovables durante esta década. El mayor incremento resultó ser el de la eólica marina: iba a multiplicarse por 17. “La Agencia Europea ha llegado a calcular que solo con los parques eólicos del Mar del Norte se podría abastecer de electricidad siete veces a toda Europa. El potencial de esta energía es casi infinito”, asegura Jacopo Moccia, director de Políticas de la Asociación Europea de Energía Eólica (EWEA). “España era un ejemplo en Europa. Otros países decían que querían un desarrollo de renovables como el de Dinamarca y España. Ahora, en cambio, es un ejemplo de lo que no se tiene que hacer. La situación es trágica”, añade.
Las trabas a las renovables no son, sin embargo, la única razón de la falta de apuesta de España por la pujante energía eólica marina. Influyen mucho las características de la costa. Tal y como explica Heikki Willstedt, director de políticas energéticas de la Asociación Empresarial Eólica (AEE), la instalación de los molinos requiere condiciones favorables de la plataforma continental que en la mayor parte del litoral español no se dan. La profundidad aumenta demasiado rápidamente, lo que dificulta, o impide, la cimentación y encarece mucho los costes.
Pese a esos obstáculos, el Gobierno de Rodríguez Zapatero llegó a prever la instalación de decenas de parques eólicos marinos en España (en el golfo de Cádiz, el delta del Ebro o la costa gallega). La Administración propuso incluso un mapa con posibles localizaciones, zonas “aptas” en el litoral español en 2007, que se aprobó finalmente en 2009, en pleno auge de las renovables. Entonces España era la tercera potencia mundial en energía eólica terrestre y las empresas estaban ávidas por presentar proyectos de marina para intentar reproducir el éxito que ya cosechaban países como Dinamarca.
Ahora, asegura Willstedt, prácticamente todos los proyectos, incluso los de investigación, están “en el congelador”. Así ha sucedido, explica, con proyectos como el Zefir, el primer parque eólico marino que de forma experimental iba a abrir en España, frente a L’Ametlla de Mar (Tarragona), en una zona cercana al delta del Ebro con mucho viento. Tal y como señala Emilio García Ladona, oceanógrafo del Instituto de Ciencias del Mar (CSIC), se trataba de instalar una plataforma que sirviera para probar diferentes tipos de aerogeneradores. Es decir, no se trata estrictamente de un proyecto comercial, aunque la energía producida pasaría a la red. Algunas empresas, como Gamesa, siguen investigando. La compañía tiene en fase de I+D un aerogenerador en el puerto de Arinaga, en Gran Canaria, el primero de tecnología española. Se trata de un molino potente y mucho más ligero que otros, lo que facilita su cimentación, según la compañía.
La segunda fase del proyecto Zefir era la más innovadora: iba a instalar ocho aerogeneradores flotantes, a unos 30 kilómetros de la costa y sobre un fondo de 100 metros. En lugares con poca plataforma continental, como España, donde enseguida se alcanzan profundidades superiores a los 50 metros —en Reino Unido, por ejemplo, son de 10 a 15 metros—, una solución para aprovechar la energía limpia del viento son los molinos flotantes. “Están anclados, pero no necesitan plataformas de hormigón. Son una buena solución porque se sitúan más lejos de la costa, dañan menos el paisaje y son más eficientes desde el punto de vista energético, puesto que aprovechan mejor los flujos uniformes del viento”, añade García Ladona. En el apartado de las desventajas, está su coste, tanto de instalación como de mantenimiento. Pese a ello, es una opción de futuro en lugares como España. Quizá para cuando se vuelvan a impulsar las energías renovables.
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